Somos una pareja ya en los
cuarenta. Sandra, mi chica es preciosa. Delgada, pechos medianos, rubia y con
un rostro precioso. A pesar que en algunas ocasiones ha participado de mis
fantasías acudiendo conmigo a algún club para parejas, de haber hecho algún
trío y un par de intercambios, soy consciente que no es algo que le guste
mucho. Una vez puesta en faena, disfruta como la que más, pero luego vienen los
remordimientos, lo que provoca que este tipo de cosas se convierta en algo muy
esporádico. A diferencia de ella, mi imaginación y mis fantasías parecen no
tener límites. No obstante, a pesar de ser tan distintos en este tema, hemos
conseguido llegar a un punto de equilibrio bueno para ambos.
Desde hace ya bastante tiempo, mi
principal fantasía ha sido verla ligar con un chico, y ser espectador
privilegiado de mis propios cuernos. En muchas ocasiones, en nuestros momentos
de calentura, le proponía que lleváramos a cabo la fantasía de verla enrollarse
con un chico y que se lo follara. En multitud de ocasiones, en los momentos de
máxima excitación le había hecho prometer que me pondría unos hermosos
cuernitos. Tan sólo le pedía estar puntualmente informado del objetivo escogido
y de los avances que fuera obteniendo en el camino a mis cuernos. Ella, en esos
momentos, me decía que sí, pero en el fondo los dos estábamos convencidos que
no iba a pasar de ser una fantasía.
Hace un par de semanas, y después
de haberme prometido de nuevo que iba a lucir unos hermosos cuernos en pleno
fragor de la batalla, y una vez ya relajados en la cama, Sandra me confesó que
había pensado en varias ocasiones en llevar a cabo nuestra fantasía, pero a
última hora se frenaba por miedo a los consecuencias que pudieran producirse.
Una vez más, le aseguré que era sólo un juego, y que ya habíamos realizado
algún trío y algún intercambio, y que nuestra relación, no sólo no se había
resentido, sino que nuestra complicidad había aumentado y que ahora estábamos
más unidos que antes.
Sandra se quedó un rato
pensativa, hasta que por fin pronunció las palabras que nunca pensé saldrían de
su boca.
- Está bien. Si tanto deseas que
te ponga unos cuernos, te los pondré, pero habrá de ser siguiendo mis reglas, y
a mi manera.
Evidentemente, no iba a despreciar
esa oportunidad, y en ese momento, le hubiera prometido cualquier cosa con tal
que no se hiciera atrás. Después de haberle contestado, ella se dio la vuelta y
se quedó profundamente dormida, lo que aproveché para hacerme una paja pensado
en la conversación mantenida y en lo que podía pasar.
Después de unos días en que yo
iba a paja diaria, y algunos días más de una, Sandra continuaba haciendo una
vida totalmente normal, como si no recordara la conversación mantenida. Por mi
parte, no me atrevía a sacar el tema de nuevo por temor a que hubiera sido una
promesa más producto del calentón.
El pasado jueves, llegué a casa a
la hora habitual, y me llevé la sorpresa que Sandra había llegado antes que yo,
y se encontraba encerrada en el baño. Habitualmente, ella llegaba más tarde que
yo a casa. Le pregunté cual es el motivo de su salida tan pronto del trabajo, y
me contestó que ese día íbamos a llevar a cabo la promesa realizada. Mi polla
saltó como un resorte, pero para disimular, le pregunté a qué se refería. Se
quedó callada, abrió la puerta del baño, sacó la cabeza, y con su habitual
aplomo me dijo:
- Ya no te acuerdas, o es que te
arrepientes. Hoy te voy a poner unos bonitos cuernos�, vamos, si tu quieres�, y volvió a cerrar la puerta del baño.
- Quiero que te arregles y te
pongas guapo. Quiero que seas el cornudo más guapo de la ciudad.
Estaba claro. Sandra estaba
dispuesta a llevar a cabo mi fantasía, y no iba a ser yo quien lo echara todo a
rodar. Torpemente, abrí mi armario y comencé a rebuscar camisas, pantalones,
etc. Estaba tremendamente nervioso. Una vez arreglado, se senté en el salón, me
preparé una copa y me dispuse a esperar a mi chica.
Sandra no tardó en aparecer.
Estaba realmente preciosa. Llevaba una blusa blanca que transparentaba bastante
sus hermosos pezones, una falda cortita negra, medias de rejilla y unas
sandalias de tacón alto que me volvían loco. Al verla así, sentí un impulso
casi irresistible en follármela en ese mismo momento. Tan sólo el regalo que me
esperaba me impidió echarme encima de ella. Después de exhibirse como una
auténtica modelo, se puso un abrigo negro y me dijo:
- Bueno guapo, crees que algún
chico me ayudará a ponerte los cuernitos, jejeje.
No hizo falta que respondiera.
Ya en la calle, le pregunté a
donde íbamos. Fue entonces cuando Sandra me dijo que la llevara a un pub
liberal al que habíamos ido algunas veces. Es un local pequeño, al que van
pocas parejas los días laborables, y al que casi siempre hay algún chico solo.
En quince minutos, estábamos en
la puerta del local llamando al timbre. Nos abrió el camarero y dejamos los
abrigos en el guardarropa junto a la entrada. Sandra estaba radiante, y el
camarero no pudo evitar hacerle un buen repaso con la mirada. A ella se le
notaba encantada y muy segura de sí misma. Cruzamos la cortina que nos llevaba a
la barra del bar, donde había tres chicos tomándose una copa. Los tres chicos
se quedaron de piedra al ver a Sandra. No tuve dudas cual elegiría Sandra de
los tres. Parecía que los ojos se les salían de su cara. La miraban de arriba
abajo una y otra vez. Pienso que a mí ni me vieron. Pedimos una copa cada uno,
y una vez nos las sirvieron, pasamos a una sala en la que hay varios sofás. No
había nadie. Estábamos solos. Nos acomodamos y comenzamos a hablar de temas
intrascendentes. Los dos estábamos nerviosos y yo evitaba sacar el tema que nos
había llevado hasta allí.
A los pocos minutos estábamos
relajados hablando cuando Sandra cortó la conversación y me dijo:
- Bueno cariño, ha llegado el
momento. Si quieres, dímelo y olvidamos la fantasía, pero si aún quieres que te
ponga los cuernos, tendrás que pedírmelo ahora de nuevo, y ya no habrá vuelta
atrás. ¿Qué me dices?.
- Cariño, le contesté, si tu
estás decidida, yo también. Entonces la besé en los labios.
- Pues bien, deberás seguir mis
instrucciones al pie de la letra. Si no lo haces, me levantaré, me iré, y esta
situación no se volverá a repetir.
- Ok, respondí.
- Bien. ¿Ves el chico que está
sentado en medio de los otros dos?.
- Sí.
- Pues ese es el elegido. Ahora,
yo me levantaré e iré al baño. Estaré unos cinco minutos. Durante ese tiempo,
tendrás que levantarte, ir a hablar con ese chico, pedirle que venga a sentarse
con nosotros, y deberás decirle que te gusta ser un cornudo y que quieres que
me folle.
- Ok.
- Nos encontraremos los tres
aquí, hablaremos un poco, y le preguntaré si le has dicho todo eso. Si no se lo
has dicho, me iré, y no continuaré con esta fantasía. ¿Entendido?.
- Ok, cariño.
- Pues adelante.
Sin darme tiempo a nada, Sandra
se levantó y se fue al baño. Mi cabeza iba a toda máquina tratando de buscar la
mejor forma de cumplir con las exigencias de Sandra sin que me cayera la cara
de vergüenza. Finalmente, me levanté, me situé en la barra junto al chico
elegido, y a pesar que tenía mi copa casi llena, pedí una nueva copa al
camarero. Mientras me la preparaba, me armé de valor y le propuse si quería
sentarse con mi chica y conmigo. El, no lo dudó y se dispuso a acompañarme. La
primera parte había funcionado. Mientras nos encaminábamos a los sofás, vi que
Sandra salía del baño y también se encaminaba a los sofás, por lo que ya no me
quedaba casi tiempo para cumplir con lo pedido.
Me paré a medio camino entre la
barra y los sofás, y cogiendo al chico del brazo, le solté:
- Mira, me llamo Juan, y mi chica
y yo tenemos la fantasía de que ella se acueste con otro chico. Yo tengo la
fantasía de ser cornudo. Tómate una copa con nosotros, y si luego decides,
vale?.
El chico no pareció asustarse.
Tan solo me dijo:
- Ok. Me llamo Oscar y tu chica
me ha gustado mucho. ¿Vamos?.
Nos acercamos donde ya estaba
sentada Sandra, y los presenté. Sandra se sentó entre los dos, e iniciamos una
conversación típica. Si venía frecuentemente, si había menos gente de lo habitual,
etc. Poco a poco, los tres nos fuimos relajando. Sandra, estaba en todo momento
dominando la situación. De vez en cuanto, apoyaba su mano en mi mulso y en
otras ocasiones en el de Oscar con mucha naturalidad.
De repente, Sandra dirigiéndose a
Oscar le preguntó:
- ¿Qué te ha contado Juan?. ¿Para
qué te ha invitado a sentarte con nosotros?.
Oscar no falló. Le dijo a Sandra
lo que quería oír, y aprovechó para darle un beso en los labios. Ella,
aprovechó para pasar su brazo por detrás de su cuello, acabando en un morreo lo
que se había iniciado como un pico.
Sandra se puso en pie, y
dirigiéndose a los dos nos dijo:
- Cariño, dale un par de condones
a Oscar que los va a necesitar, y tú, Oscar, vete a pedir una llave para las
taquillas y te espero en el vestuario.
Le dí los condones a Oscar, y me
quedé clavado en el sitio donde estaba. Entonces Sandra me dijo que me fuera al
pasillo francés y que esperara allí.
El pasillo francés da a una
pequeña pista de baile en la que en dos extremos hay sendas cortinas. A través
de la primera, se accede al vestuario, y de la segunda, a una cama gigante. Una
vez en el pasillo francés, había sitio para cuatro personas. Me puse en uno de
los sitios centrales, me desabroché el pantalón, saqué mi pene del calzoncillo y
me dispuse a masturbarme. Enseguida ocuparon los sitios libres que había junto
a mí los otros dos chicos que había en la barra. Probablemente habían oído a
Oscar pedir la llave de la taquilla y esperaban ver el espectáculo mientras se
hacían una paja. Estábamos los tres con los pantalones en los tobillos con
nuestro pene en la mano.
Detrás de la cortina del
vestuario, veíamos la sombra de Sandra desnudándose. También se veía a Oscar
haciendo lo mismo. En pocos segundos, vimos aparecer a Sandra con una toalla en
la cintura y sus sandalias de tacón, luciendo los pechos desnudos cogida de la
mano de Oscar, el cual también llevaba la toalla enrollada en la cintura. Ella
estaba preciosa.
Comenzaron los dos a bailar de
una forma muy sensual, mis dos compañeros de paja estaban tremendamente
excitados ya que la velocidad con que movían sus manos así lo delataba. Sandra
y Oscar bailaban, se besaban y se tocaban. Sandra paró de bailar, y retirándose
unos centímetros de Oscar, le sacó la toalla que le cubría de cintura para
abajo, y la tiró a un rincón de la sala. Lo mismo hizo Oscar con la toalla de
Sandra, quedado ambos desnudos. Fue entonces cuando vi la polla de Oscar. Era
grande, bastante gorda y perfectamente depilada. Sandra, también se había
depilado completamente. De repente, Sandra agarrando la polla de Oscar, se
acercó a los residentes del pasillo francés, y sin soltar la polla de Oscar nos
acarició las nuestras con la otra mano. Mis compañeros aprovecharon la cercanía
de Sandra para tocarle las tetas. Ella, cuando acarició mi polla, se acercó y
me susurró:
- Disfrútalo cariño.
Luego, Sandra y Oscar
desaparecieron tras la cortina de la cama grande. Mis dos compañeros se
situaron tras la cortina para ver si veían algo más, mientras que yo me subí
los pantalones y volví al sofá donde habíamos estado sentados.
No tardamos en oír los gemidos y
suspiros tanto de Sandra como de Oscar. Al poco, se mezclaban con los de los
mirones que al poco tiempo ya se habían corrido. A medida que se corrieron, se
fueron uno tras otro de nuevo a la barra. El segundo en volver a la barra, al
pasar junto a mí, se agachó y me dijo:
- Si queréis, luego me la follo
yo.
Le di las gracias, y le dije que
no sería necesario.
Una vez ellos ya en la barra, me
levanté y me acerqué a la cortina. Allí pude contemplar a Sandra. Estaba a
cuatro patas, y Oscar de rodillas detrás de ella, con las manos en sus caderas,
estaba follándosela de una forma salvaje. Enseguida me di cuenta que llevaba
las sandalias puestas. Yo siempre le decía que follar con las sandalias puestas
era de putita, y ella se había acordado. Enseguida se dio cuenta que yo me
había percatado. Ella, no paraba de suspirar, gemir y pedirle más y más fuerte.
Me corrí de inmediato. Me volví al sofá. Me dolía la polla de lo dura que
estaba a pesar de acabar de correrme.
Finalmente, los gritos y gemidos
fueron disminuyendo y pocos segundos después apareció Oscar, desnudo, con la
polla flácida. Se acercó a mí, extendió su mano, y me dijo:
- Juan, Sandra me ha pedido que
te regale esto. Es el condón que te ha hecho cornudo como tú querías. Me dice
que vengas con nosotros.
Me levanté un poco aturdido. Yo
ya era cornudo, y la prueba la tenía en la mano. Tenía la sensación que todo a mí
alrededor olía a semen y a flujo vaginal. Atravesé la cortina, y allí estaba
Sandra echada de costado, desnuda, muy sudada con algunos mechones de pelo pegados
a su cara. Oscar, se echó junto a ella, a su espalda, y le acariciaba el pecho.
La cara de Sandra denotaba la satisfacción y placer que había experimentado
hacía unos minutos. Me pidió que me acercara, me besó en los labios, y me dijo:
- Cariño, Oscar te ha dado la
prueba de tus cuernos. Ahora, quiero que te desnudes y veas como te pongo unos
cuernos. Ahora soy yo la que quiero ver como te haces una paja delante de mí
mientras te hago los cuernos un poco más grandes.
Creo que no tardé más de cinco
segundos en estar desnudo junto a ellos. Sandra se situó junto a Oscar quedando
este entre los dos. Entonces Sandra me dijo:
- Cariño, ayúdame a poner la
polla de Oscar en plena forma.
Comenzó a lamer y chupar la polla
de Oscar invitándole a ayudarla. Así lo hice. Los dos chupábamos y lamíamos
aquella polla que acababa de follarse a Sandra, y veía como iba creciendo y
creciendo hasta alcanzar un tamaño superior a la mía. Entonces, Sandra abrió el
protector del otro condón, y se lo entregó a Oscar para que se lo pusiera.
Luego, dirigiéndose a mí, me pidió:
- Ahora, prepárame a mí. Se abrió
de piernas y cogiéndome la cara con ambas manos, acercó mi cara a su vagina a
fin que pudiera lamerla y chuparla a ella.
En cuanto se sintió a punto, me
apartó, e invitó a Oscar a penetrarla de nuevo. Entonces, yo me puse de
rodillas junto a ellos, y comencé a hacerme la mejor paja de mi vida. Nos
corrimos casi a la vez. Oscar dentro de Sandra y yo sobre su vientre y pechos.
Entonces, Sandra le pidió a Oscar que recogiera con su boca el semen que yo
había derramado en su cuerpo y se lo diera a probar en su boca. Una vez ella
estuvo limpia, se acercó a Oscar, le dio las gracias, y le pidió que nos dejara
solos.
Entonces, echamos el mejor polvo
de nuestra vida. Creo que será algo que recordaremos toda nuestra vida. Luego,
nos vestimos para continuar la fiesta en casa. A la salida del local, estaba
Oscar junto a los compañeros de barra. Al vernos, Oscar se dirigió a Sandra, le
dio dos besos, y vi que le daba un papel de forma disimulada. Al ponernos los
abrigos, vi que Sandra lo leía y se lo guardaba en el bolsillo. Ya en la calle,
me dijo que era un número de teléfono. No me pude contener y le pregunté por
Oscar. Sandra únicamente dijo:
- Folla estupendamente.
Muy buen relato
ResponderEliminarComo me a puesto tu relato . menuda paja imaginando ese polvazo .
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